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Nada, Poco, bastante, mucho
Museo Bellas Artes de Asturias
2019 / 2020













              
Maite Centol: ser y estar Semíramis Gonzalez.

Hay en el lenguaje plástico con el que trabaja Maite Centol un intento por romper las tradicionales categorías que han dividido, tradicionalmente, a las artes. Si bien la recurrencia a la pintura como forma y como lenguaje es constante, no dejan de parecer evidentes tampoco esos atisbos que nos remiten al diseño o a las formas geométricas, más allá del lenguaje propio de la creación artística al uso. Con una amplia trayectoria marcada por haberse sabido mover desde la instalación a la escultura, el registro sonoro o el texto, Centol presenta aquí una muestra de un trabajo de campo profundo, donde el análisis del comportamiento de los visitantes del Museo de Bellas Artes de Asturias se traslada del dato numérico a la forma visual y abstracta. Dice Roland Barthes que estas decisiones formales que se toman cuando se aborda un trabajo artístico (como lo son el tema, el soporte…) condicionan el lugar donde la artista se sitúa estilísticamente, crean una “identidad formal”.
Esta variable de técnicas y soportes no son, sin embargo, algo absolutamente nuevo en el trabajo de Centol, que lleva varios años profundizando en estrategias plásticas de hibridación que conectan distintas disciplinas, siempre con el fin de posibilitar, articular y significar la experiencia como lugar predominante de interés investigativo. La creación artística se convierte en un discurso que traslada a lo visual una concreción numérica y estadística, en este caso tomada a partir de las encuestas que los visitantes al museo realizaron durante varios meses.
La experiencia misma de la visita al museo sirve como punto de partida para trabajar ideas en torno al concepto de bienestar o la aportación intelectual que estos grandes espacios, los museos, aportan a la sociedad en su conjunto. Se trata de un trabajo que parte de cómo los lugares de la cultura influyen en nuestra percepción del mundo y nuestra forma de estar en él.
El tránsito que Centol establece entre disciplinas, desde la pintura al dibujo o la instalación, es también parte de lo que esta exposición recoge; es decir, cómo la artista ha desbordado los límites de las técnicas para moverse con fluidez entre lenguajes diversos, siempre con el fin de plasmar aquello que le inquieta. No en vano, el título mismo, “Nada, poco, bastante, mucho”, es una excusa en el significado por lo evidente de su relación con las respuestas en una encuesta, pero enlaza también con el interés de Centol por la acción misma, por obviar lo poético de los titulares en pos de destacar una pulsión, un activamiento mismo de la exposición por parte de unos protagonistas anónimos pero muy presentes: los visitantes del museo. Y es que este interés por la ciudadanía en su conjunto y en la relación que la cultura y sus espacios establecen con esta es parte de lo que la artista investiga de manera constante en su trabajo.
Decía Susan Sontag en su ensayo “Contra la interpretación” que “la obra de arte, considerada simplemente como obra de arte, es una experiencia, no una afirmación ni la respuesta a una pregunta. El arte no solo se refiere a algo; es algo.
Una obra de arte es una cosa en el mundo, y no solo un texto o un comentario sobre el mundo”. Justamente esta relación semántica entre la obra de arte y su significante (y en un segundo momento su significado) es algo que podemos observar en el trabajo de Centol, donde la aparente abstracción llega más allá de lo pictórico, apostando por una simplicidad formal que contiene una profunda reflexión social e incluso histórica.








En este caso, además, la dimensión contextual (de quienes han pasado por el mismo museo que acoge la exposición y lo han visitado en los últimos años) se traslada a un trabajo plástico desplegado por las salas como recurso visual casi matemático y de una extrema sutileza. Esta doble lectura, intuitiva y social, nos asoma a una exposición equilibrada y armónica, donde los colores, las formas e incluso la tridimensionalidad juegan un papel decisivo en la percepción del contenido. Hay algo de extrañamiento en unas obras que parecieran rozar la abstracción pero que, a la vez, permiten una lectura.
El trabajo de Centol alude a una repetición en las formas, lo que nos invita a reflexionar sobre la codificación de las cifras convertidas aquí en signos visuales, en colores, en capas y planos. Son paisajes visuales cuyos códigos aluden al interés actual por cuantificar aspectos aparentemente intangibles, como la felicidad o el bienestar; el conocimiento empírico y su plasmación práctica convertidos en pintura, pero no solo: las formas a las que recurre Centol, cuya conexión con el dibujo técnico o el lenguaje del diseño es evidente, parten de iconografías tan cotidianas como la señalética, trasladando aquí esas formas funcionales con un fin más estético. Las diferentes capas, el soporte o la pintura aluden al proceso mismo de la creación como espacio de exploración, pero de realización casi física.
“Pintar es ser y también estar”, dice la artista. En “Nada, poco, bastante, mucho” nos encontramos esta doble dicotomía plasmada en unas obras que parten del ser para llegar a estar, y cuyo origen es una cifra concreta originada de la percepción de una persona, para convertirse en una posibilidad de acción, en la contingencia de lo plástico, en nuestro reflejo como sociedad.  
Señala Bourriaud que “es la coherencia de un universo, y la red de correspondencias que el artista llega a establecer entre su existencia, su dispositivo de producción y sus procesos de exposición, lo que establece el valor de una obra de arte. El objeto artístico que no pone en juego más que su apariencia, aunque puede ser percibido estéticamente, no evidencia modernidad”. En esta exposición las formas, los soportes, los planos, los tonos y los colores son un dispositivo esencial, pero es especialmente la trascendencia del concepto como sociedad del que parte lo que le da entidad a un trabajo riguroso y profundo.  
Semíramis González
Historiadora del arte